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29 octubre 2014

HALLOWEEN...

...O DÍA DE TODOS LOS SANTOS

Va echando raíces en España la celebración de Halloween, un entusiasmo para la chiquillería. Y no faltan entre los mayores un manifiesto rechazo sobre este espectáculo, dado que esta fiesta no la consideran como nuestra. Y abundando en esta apreciación se levantó en una Conferencia Episcopal de hace muchos años una voz autorizada que manifestó de Halloween que “no es inocente, pues tiene un trasfondo de ocultismo y de otros tipos corrientes que dejan su huella de anticristianismo”.
Si hacemos caso a Guillermo Fesser debemos reconocer que es tan nuestra como Gibraltar. Él cuenta que el hecho lo descubrió durante su estancia en el estado de Nueva York. Era el final de octubre, cuando tocaba rastrillar hojas de arce, tallar calabazas, construir lápidas de corcho y dar chocolatinas. Intrigado por el origen, comenzó a desmembrar en sílabas la palabra: All, todos. Hallow, santificar. Even, abreviatura de evening, tarde. ¡Víspera de Todos los Santos! Aleluya, se dijo. Resultó un nombre cristiano que procedía de una costumbre celta y que coincidiendo con la caída de la hoja, símbolo de la muerte en la naturaleza, se remontaba nada menos que a la Europa del siglo III a.C.
Parece ser que en la Edad del Hierro, los habitantes del centro y norte peninsular creían que la noche de transición del invierno al verano, bajaban del cielo las almas, unidas en Santa Compaña, y vagaban por los caminos cubiertas por blanco sudario. Aquel que se topara con esta procesión estaba condenado a unirse a ella, y para evitar estos lances colocaban lámparas de aceite en los cruces de caminos con el fin de hacerles fácil el recorrido y no perderse. Vamos, que aligeraran el paso. Pero si se producía un encuentro, al vivo se le  iban a aparecer los muertos todas las noches; y para erradicar el mal no había otra cosa mejor que hacer que ganarse al enemigo por el estómago. Así, se organizaban fiestas en los cementerios y les ofrecían a los difuntos dulces y castañas asadas sobre sus tumbas. Como abundaba el vino en la juerga, al final los asistentes, ya bien “colocados”, se tiznaban la cara con el carbón de las hogueras y se asustaban los unos a los otros.
El Papa Gregorio IV, año 835, cristianizó la ceremonia; pero antes los disfraces, los dulces y las linternas ya formaban parte del imaginario popular. Luego quedaron prohibidos justificando la Iglesia que era cosa de brujas y que donde estuvieran los ángeles que se quitaran ellas. España fue obediente e hizo desaparecer oficialmente la ceremonia. En el Reino Unido pudieron recuperarla con la llegada de la reforma y más tarde los irlandeses se la llevaron a América en el siglo XIX.
La que nos llega ahora a nosotros, en viaje de vuelta, como los cantes del flamenco, es la irlandesa. Fue Washington Irving quien se encargó de asociarla a los maizales. Y a partir de ahí, se abrieron infinitos caminos para solaz del marketing.
Y esto es casi todo de una fiesta que fue de aquí, se marchó y retorna como cualquier emigrante. Por tanto no hay que considerarla como una invasión cultural ni diabólica. A quien le guste que la disfrute; a los que no, que la ignoren. Y punto.



3 comentarios:

  1. Paseaba yo por aquí y me encontré con esto del "Hallowen".. Tú sabes que yo soy casi gallego y que Galicia es céltica y su historia, su mitología, son conocidas por aquellos lares.El himno gallego tiene a Breogán, rey celta , en su letra, (por cierto, mi próximo nieto se llamará Breogán). Por tanto, allí no se es ajeno a estos menesteres y sabido es que la fiesta procede de esas culturas de hace unos 2500 años, como bien dices. Lo que pasa es que aquí, en nuestra parcela, esas jaleadas no estaban registradas tal cual, con nuestros carnavales llegaba (fiestas paganas y no muy gratas a la Santa Madre Iglesia). Pero con la globalización dichosa eso se ha introducido como otras muchas costumbres foráneas y por lo que a mí respecta, pues que no me hace mucha gracia, es como si aquí fuéramos un pueblo muy asequible a todo lo de fuera dejando un poco de lado lo nuestro. Aquí, en Casares, estamos rodeados de guiris, casi se habla más el inglés que el castellano y ya te puedes imaginar cuando llega la fiesta de marras; pues nada, no me parece mal, es su fiesta, pero lo que a mi me fastidia es esa extrapolación tan entusiasta que ya todo el mundo está con el dichoso hallowen. Carnaval, carallo, carnaval. Un abrazo

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  2. Estoy al tanto de tu simbiosis cultural, como te explicas en gallego en tus intervenciones del face. Me gustó descubrir las raíces de Hallowen porque algo del fenómeno era nuestro. Y como era celta, y Galicia lo es, opté por darlo a conocer, más que nada para los "snobistas" de medio pelo que se apuntan a todo lo de fuera y le dan más valor que a lo que aquí tenemos nuestro. Debe ser que a los españoles nos va mucho el faranduleo, porque nos apuntamos a lo de afuera y a lo de dentro. Un abrazo.

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  3. Lamentablemente yo lo significo como carencia de personalidad, algo así como una permeabilidad tan generosas que provoca inundaciones.Ese "snobismo" que destacas es el fruto de ese signo impersonal. A Papá Noel también lo incluyo en el lote y digo lo que aquel ministro australiano, que quien venga a estar con nosotros respete nuestra tradiciones y no intente imponer las suyas; claro que aquí ciertos temores se resuelven con la legión de noveleros que como moscas surgen a cada instante. Son cosas de la vida, mi amigo. Tal vez sea que uno está un poco descolocado. Me trae al pairo. Fuerte abrazo

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