—Yo sé leer, pero no sé escribir —me confesó mi nieta, que anda en una edad perdida entre caminos futuros—.
—Pues yo no te puedo aconsejar porque tampoco sé, pero por mis años te podría orientar sobre cosas de la vida de las que podrías hablar, y escribirlas de la misma forma con la que hablas a tus amigas.
Empieza describiendo no lo que ves sino lo que sientes al verlo. Ahí, tu mundo, aunque joven, está lleno de palabras. El mío, además, también está lleno de vivencias, de motivos y de recuerdos, acumulados en el devenir del tiempo, que no te enseñan a escribir, pero sí a pensar. Y en este punto, uno siente que el corazón se encoge cuando observas por qué una mujer está sola y piensas a quién crees que espera cuando mira repetidamente al móvil. O con cuantas personas de buena ley te has cruzado hoy por el camino.
Tú aprenderás a escribir cuando vivas mucho y leas un poco. Ten en cuenta que en la fase feliz, en la fase oculta, en la fase que parece que no pasa nada, es cuando realmente está sucediendo todo. Y ahí permanecerá contigo hasta que no pueda seguir oculto y salga a la luz con fuerza, como cuando oprimes la pasta de dientes y salpica en el espejo.
Nadie puede enseñar a escribir a nadie. Si lo llevas dentro, saldrá. Eso sí, deberás tener fe, miedo, amor al mundo y a la vida cuando comiences. Aunque yo sé por tu pregunta inicial que ya estás escribiendo aunque no lo sepas.
Vive y aprenderás de todo. Eso es lo que importa.