Aplicar disciplinas que tengan como fin desarrollar los
valores del ser humano. No soy un incauto, percibo que la política es la
supeditación de la teoría a la utilidad, y que la vida española nos obliga,
queramos o no, a la acción política. Y este es y será el debate infinito entre
políticos y pensadores.
Había en mis dorados
días de bachiller, materias que ahora sobran por ser consideradas inútiles. Yo
nunca aprendí la lista de los reyes godos, pero sí memoricé la tabla de dureza
de Mohs. Es bueno, y luce mucho, saber que con los godos nace la Europa
medieval y que el talco es el mineral de menor dureza de cuantos existen, pero de
nada nos sirve si al coche se le ha descargado la batería una noche y lo
necesitas por una urgencia.
Yo pertenezco a una
generación estudiantil que jugó mucho en la calle, y dándoles patadas a un
balón se nos hacía de noche, o se perdía cuesta abajo, entre el tamujal del arroyo, y allí quedaba hasta mañana, que volvía a repetirse la
historia. Ese tiempo lúdico también lo dedicábamos a competir saltando,
corriendo, emulando a Blume haciendo el Cristo, o volando, casi, por las
pasaderas del Pilarillo hasta la otra orilla, y cronometrando el tiempo a cada
uno que lo intentaba. Y después de todo esto, a mí me resultaba chocante cuando
nos daban gimnasia, que con unas flexiones con rebote bastaba para aprobar la
asignatura; y nos la daba un profesor dudosamente deportivo, que bufaba al
atarse los cordones de las zapatillas.
Ahora es más fácil
estudiar, el sistema es más elástico, menos disciplinado, pero más
participativo. Sé de chicos que arrastran problemas con la lengua de Lorca.
Pero eso sí, nuestra gran victoria cultural ha sido que el castellano se
estudie en inglés.
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