Los pájaros han vuelto detrás de la belleza
Ha nacido la primavera. Aceleremos nuestra energía, aprovechemos que se inicia con ella el ciclo vital, la época del año en la que se desarrollan con más evidencia los procesos de Nacimiento y Crecimiento en las más diversas formas de la vida.
Ya el mes de febrero con sus días de cielos claros y de soles tibios nos ha ido indicando que la vida comienza a despertarse, que es tiempo de sospechas y de manifestaciones.
Observemos el campo: se rompen los envoltorios de las semillas y crece la planta llena de vida hacia la luz, una energía vital que la libera de su enclaustramiento invernal en la que dormía en el más justo de los sueños; o que vivía como un presidiario confeso en su celda, callado y sumiso. Y es ahora cuando el invierno declina, la brisa, aliada con la luz, limpia el frío de la temporada anterior y da estímulo y sostén al nuevo ciclo.
En la noche corren misteriosos reclamos por los cerros y las llanadas. Las rapaces nocturnas madrugan en plena oscuridad, ora la atmósfera quieta de heladas y escarchas. Por mi campo, campo mesetario y estepario, de horizontes abiertos e infinitos, de líneas rectas que se tumban o se elevan (los surcos, los regatos, las cepas, las lindes, los molinos); en esos campos de labor, venía diciendo, las primeras luces cogen activas a las aves terreras: calandrias, alondras y otras alaudes. Comienza la época del celo.
El sol sobre el horizonte proyecta largas sombras que configuran el terreno. El paisaje es sonido y color cuando la luz lo hace completo y lo satura de brillo.
Apuntan los estudiosos de las ideas y de las costumbres orientales que es la época en la que se relacionan los diferentes elementos entre sí desde los ciclos de creatividad y control. Dicen que la Madera engendra el Fuego, y que a su vez es hija del Agua, puesto que gracias a las lluvias del invierno crece, como todo crece en primavera. Por tanto, podemos ver que la Madera (que es el árbol, la planta), surge de la semilla a la Tierra a partir de sus raíces, y vuelve a ella. Añaden más, que todas las Estaciones son necesarias en los ciclos de vida de nuestro planeta y que si alguno de ellos faltara, la vida no sería completa en ningún ser viviente. Pues dicho queda.
Pero, cuidado, que no todo es bello. Como estas líneas que he escrito, el polen también navegará estelarmente una vez que explotan las anteras de las flores. Y nos invade y nos atormenta. Incluso si visitamos al alergólogo.
¡Inflámame, poniente: hazme perfume y llama;
-que mi corazón sea igual que tú, poniente!-;
descubre en mí lo eterno, lo que arde, lo que ama,
...y el viento del olvido se lleve lo doliente!
(Juan Ramón Jiménez)
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