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26 febrero 2015

DESAPARECE EL BIPARTIDISMO


La democracia es la mejor herramienta conocida para solventar los problemas humanos sin tener que recurrir a la violencia. La democracia,  junto al enfrentamiento dialéctico de intereses –sintetizados en derecha-izquierda- ha ayudado con éxito a la solución de conflictos. Leyendo hoy a algunos articulistas y oyendo a tertulianos que ejercen o pretender ejercer de politólogos, se diría que flota en el ambiente el espíritu de una Revolución de las que aparecen, poco más o menos, en las películas. Es lógico pensar que si la población está indignada con esta crisis (austeridad, recortes, impuestos), ésta se decante por una. Naturalmente esta Revolución daría al traste con el sistema actual porque pondría patas arriba a todo y a todos, entiéndase políticos, banqueros, jueces, empresarios, sindicatos, educación, sanidad, medios de comunicación… 

Antes a estas rebeliones se les llamaban vanguardias, pero hoy no tiene el nombre suficiente garra y es necesario acudir a una terminología de izquierdas contundente, aplastante, para que tenga resonancias vibrantes. No obstante, las revoluciones, llámense como se quiera, participan todas de lo mismo: un líder, una masa que aglutina, y la violencia; ésta que no falte porque no hay revoluciones pacíficas. Tampoco están ausentes del enfrentamiento, pues los de abajo empujan a los de arriba, y, si hace falta, entre ellos mismos. Todas las acciones van en función de conseguir desbancar a los que los oprimen, y los que oprimen en aplastar o aguantar la marea. En fin, la revolución es algo así como un émbolo, ahora sube, ahora baja, y que enrarece la armonía de la sociedad.

Esta metáfora bien podría aplicarse a nuestra política actual, sobre todo ahora que se nos está diciendo que va a desaparecer el bipartidismo, que ya no vale eso de quítate tú que ahora me toca a mí. El eje derecha-izquierda ha solventado hasta ahora los conflictos procedentes de la convivencia, pero hoy se abren paso los desconocidos partidos-revolución que todos conocemos y que están dando mucho que hablar. Resalta uno que sube como la espuma en intención de voto. Quiere solucionar nuestro problema con un hervor cuando las soluciones se cocinan a fuego lento. Nos promete un mundo idílico y el cambio, sin decirnos dónde está ese mundo y en qué consiste el cambio, excepto en que su líder es su mesías y ellos son sus apóstoles. La democracia es un sistema imperfecto de la que se ha apoderado la corrupción, la política, los capitales y el mercado, pero es con lo mejor que se cuenta. Por eso es que se alzan voces.

Me falta advertirles a los nostálgicos de los cambios-revolución que siempre las revoluciones no controladas devienen en regímenes totalitarios. Y esa sí que no es la solución perfecta. Ante esta confusión, echamos de menos el contrapeso centrista de la gauche divine. ¿Vendrá alguna vez?



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