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05 enero 2013
QUERIDOS REYES
Este nuevo año que acaba de nacer, tan nuevo y esperanzador, que todavía me huele a pólvora, viene levantisco e insolente por cuanto de valor y temeridad traen consigo las selecciones de criterio del también nuevo gobierno. Muchos rumbos encontrados he visto y voy a ver. Y demasiados sacrificios, demasiadas renuncias y demasiado ayuno el que se nos ha pedido y se nos va a pedir. Con pies de plomo, porque muchos nada van a dar porque nada tienen que dar.
El Rey de España cumplió ayer setenta y cinco años, según nos cuentan, y a pesar de los pesares, yo desde aquí lo felicito por el largo tiempo de armonía que nos ha dado a todos. Y que se salve el que pueda, que yo los conozco y la España democrática también. A pesar de que ha caído su popularidad conserva aún carisma de mago, y como tal le voy a pedir que traiga para todos, afectos y desafectos, un futuro hacendoso y tenaz, de buena gente que camina recta hacia el futuro.
En el sur de Italia tienen la costumbre por estas fechas de tirar por el balcón todo aquello que les sobra. Con la crisis, no sé qué tendrán que tirar, pero la tradición sigue arraigada. Hay catarsis que tienen un trasfondo atrevido. Confío que este hartazgo de modas, brillos, de reflejos, de celofanes; este recio cansancio de las cosas, que tiene tanto poder que asusta a los ciclones, sea moderado y prudente en el futuro porque la crisis de hoy nos lo impondrá.
Queridos Reyes Magos, esta noche dejar en los zapatos de algunos políticos los regalos que se merecen y necesitan: responsabilidad, cooperación, unidad, esfuerzo, honestidad… ¿Qué es pedir mucho? Bueno, pues entonces que no me duerman los políticos que parlotean en el Congreso. Quiero oír la inflexión de voz dormida y monótona –aunque arriesgue un falsete- del tostón de tío de Cayo Lara anunciando propuestas coherentes para salir del atolladero, en lugar del run-run cansino que emplea; quiero escuchar al partido de la oposición la palabra “España” o “españoles”, que han omitido pronunciar desde los tiempos de Felipe González por agradar a los nacionalistas haciéndome de menos a mí, que soy de tierra adentro, y que acierte en su proyecto de futuro, tan necesario y tan oscuro como la crisis; quiero que Llamazares y Garzón firmen pronto el acuerdo político de un nuevo partido para que al fin se vayan los dos a hacer puñetas; quiero que a Rubalcaba le quitéis resabios y rencores, porque quitándole esos vicios ya el regalo está hecho; quiero que Rosa Díez no hable en estéreo y en mono, según convenga; quiero que ese jovencito catalán llamado Rivera se foguee un poquito más para así poder tomar el puente aéreo e instalarse en Madrid, en los aledaños de La Moncloa, o en la misma Moncloa si llega al caso; quiero que Rajoy no se arrugue tanto ni ceda tanto a tanto chantaje, y que se preocupe del paro ya, pero ya, que de la prima ya se ocupan los mercados; que a Más lo ponga en su sitio –en Ocaña, por ejemplo- y a los Ferrusolas en Herrera de La Mancha, por poner otro ejemplo; que a los directivos de las Cajas les obligue a devolver lo robado, y pico y pala toda la vida; que para estos casos ejemplarizantes sugerirle que habilite los rollos medievales de las ciudades que como están en perfecto estado de conservación no cuesta dinero, que para lujos no estamos.
Aquí lo dejo, porque de seguir me faltaría espacio. Y para ti, ¿qué les pides?, me dirá algún lector que se ha perdido y ha dado con esto. Confieso que no he sido bueno, que no he cumplido ninguna de las promesas que hice, que me he saltado señales de tráfico, que no voy a misa, que no me confieso, que soy géminis y me valgo de mi otro yo para despistar, que no pago las multas del parquímetro… Pero esto carece de importancia. Yo os pido, queridos reyes Magos, que repartáis una vida tranquila en todo el orbe, que hagáis que España se serene y la adornéis con más belleza aún si cabe, pero sin adornos superfluos, que la cosa no está para tirar cohetes. Y un tiempo para mí, para pensar qué es lo que soy y qué hago conmigo, que a mis años no sé adónde me dirijo. Con esto me conformo, porque cuando mucho es demasiado, lo poco es suficiente. Los chanchullos, las amenazas, la soberbia, las malas digestiones, la codicia, las ideas cautivas… todo lo malo, dejadlo en los zapatos de otros.
Un saludo
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