Datos personales

Mi foto
Talavera de la Reina, Toledo, Spain

Wikipedia

Resultados de la búsqueda

15 mayo 2016

EL BESO


 Pepe Blanco, el chulo apuesto riojano,  le exigia a la Morell en una de sus coplas un beso, porque “Es pagar las deudas, para todos un deber”. Le cantaba:

Me debes un beso… No te lo perdono.
Me debes un beso… me lo cobraré.
No me exijas eso, que un beso se ofrece
Y si lo merece, te lo brindaré.

Hoy un beso es una exigencia cuando debía ser una obligatoriedad, casi una vocación. Nadie se besa ya porque nadie se quiere, y no nos queremos porque no nos conocemos y porque ha desaparecido la familia o está a punto de desaparecer, según la carrera que llevamos. Al linaje se le conocía porque los individuos se besaban y se sonreían sin disimulo. Hoy no se besa, se juntan las mejillas con un leve roce y sanseacabó. A veces el cumplido inevitable encocora, pues notas la presencia en la cara de aceites y aromas que no son lo tuyo, lo que da más pie para su rechazo. Otra cosa es el besuqueo, que eso sí que no tiene nombre, porque si una unidad pesa, fíjate cuando entran un montón en el peso.

- Mira Ustasito, saluda al tito Gabriel, dale un beso.

Y el tito Gabriel, un sabio en la ingeniería espacial (fue figurante en “El astronauta” con Tony Leblanc), ya se ve obligado a darle un beso, que consiste en juntar la cara y decirle al oído alguna simpleza como “¡qué alto estás ya! o “qué guapo eres”. Eso no es un beso, es salir del paso ante un acontecimiento repentino y que te desborda. Mi padre no me dio jamás un beso, y mi madre, en raras ocasiones,  a lo más que llegaba era a pegar su cara contra la mía, y yo sabía de su intención porque abría la boca pegada a mi oreja y escuchaba el ruidito. Yo no he dado un beso ni en mi cumpleaños, debe ser que lo llevo de herencia, como las anginas. Si la boca no suena, no es beso; es simplemente un saludo afectuoso, forzoso y preceptivo. Igual que los moros, que juntan las mejillas tres veces y ¡hala! ya están cumplidos. Ni nuestros abuelos besaban ni nuestros nietos besan; es más, se ve a veces que incluso entre familias se evita el besar y se da a cambio un apretón de manos, de la misma forma que si te presentaran a un desconocido que se ha colado de rondón en la reunión, y que lo aceptas con flojera al observar su mano lacia. Un beso cariñoso es el mejor de los regalos; bueno, el mejor regalo de todos es que te obsequien con un libro, no nos vayamos a engañar. Un libro lo tienes continuamente en tus manos y hasta llegas a acariciarlo si te haces con él, no te protesta, no te engaña sino que te enseña, cosa que no lo puede sustituir un beso porque te resultaría cansino.

- Laudencio, hoy es mi cumpleaños, dame un beso, que no me lo das nunca.

- Un  beso, un beso, un beso, todos los años con la misma monserga.

Aquí se demuestra que Laudencio es esclavo de unas costumbres degenerativas y perecederas, y que preferiría un sombrero, una garrota de fresno o un móvil. O incluso darse un paseo con el tractor por el campo antes de besar a su hermana, que fue a darle la noticia.

En las películas antiguas, blanco y negro, tampoco se besaban; aquello era otra cosa, cada uno iba a la suyo: el policía, tras el ladrón; el asesino, tras la víctima; el pistolero, tras la pistola; el concejal, tras los cuartos. No tenían tiempo para nada, no les vagaba estar con la familia, que sí existía. Y en las cintas de hoy, tampoco, porque no hay familia; hay de todo menos familia: hay coches, volcanes, terremotos, asesinatos, sangre, cárceles, caballos, y tontos. Y otras cosas, pero la familia no está ni se la espera, como dijo el poeta.

¿Besarían los aztecas, los egipcios, los medos, los persas? Yo creo que el beso ni lo conocían, tal era su misión guerrera.  Si los espartanos tiraban por el Taigeto a los niños con algún defecto ¿quién va a creer que el beso era un fanal de armonía familiar? ¿Y Cortés? Tampoco. A la Malinche la tenía para pasearla, para interpretar, para informar. La ahormó para la guerra, para fajarse como él. Ese hombre, siempre con espada en mano, siempre matando, siempre ganando terreno, siempre avanzando. Con unas manos como jamones y esa boca almenada ¿va a pensar en besar a la india?

- Cortés, dice Marina que ahora que andas por aquí, te acerques un momento a la cabaña. Y que te quites el gorro, que todavía no sabe el color de tu pelo. Y te laves, también.

- Eres un subnormal, Alvarado, ¿no ves que me tienen rodeado?

Imposible darle un beso a esa muchacha. Y menos con la experiencia que traía de Cuba, que salió por pies cuando lo intentó. Los besos no se han hecho para la guerra, sino que son la mejor medicina para amarse, para unirse, para formar una familia como Dios manda. Y no se necesita ni arte ni maña, son baratos y deberían salir solos y espontáneos, como una explosión de júbilo al hallarte ante las personas que quieres. Como el cantueso en el Burcio, el lirio en las eras o la gárgola en la adelfa.

Napoleón no quería besos. Tampoco quería a los gitanos. Ni a los mamelucos. Un día se puso a disparar contra Giza y le borró la boca y la nariz a cañonazos; por algo disparó ahí precisamente, por su odio al beso. ¡Ni que la pobre mujer se le hubiera insinuado, pobrecita ella, si ni siquiera era mujer!  En una ocasión el mariscal de campo le previno sobre el libertinaje de Josefina, y no le dio importancia. “Bah, está loca. Tú dispara, que es tu obligación”. Debía creer que el ruido de los cañones era el beso con el que complacía a Natura por permitirle otra batalla ganada, con más sangre y más muertes. Así entendía el hombre el cariño familiar.

¿Habrá besado el Ruso o su tío Flores alguna vez? ¿Y Saltitos, el guardia civil canijo, que por poco nos hace dormir en el cuartelillo por dar una serenata a Herminia? ¿Y el Niño Danielito? No, ni castos ni impúdicos. No veo yo a estos en plan familiar, cada uno en su casa. Ahora bien, hay mujeres que se beben los vientos por un beso que suelde un matrimonio. Leer: 

¿Quieres que vaya descalza?
Yo me iré por los caminos.
¿Quieres que me abra las venas
Para ver si doy contigo?
Haré lo que se te antoje,
Lo que mande tu capricho,
Que es mi corazón cometa
Y en tus manos está el ovillo,
Que es mi sinrazón campana
Y tu voluntad sonido.

¡Tela! Esta muchacha no quiere un beso, está loca por un marido y por un piso. Por una familia, ¡ea, ya está! El tío sinvergüenza al que la joven le suelta sus miedos y su entrega, ni caso; si sabe que está en el bote ¿para qué la va a besar?

Hay besos que hubieran quedado para la Historia y no conocemos su regalo. En Hendaya hubo de florecer uno ¿quién lo duda? Ni en  piedra ni en papiro aparecen los indecentes besos entre Alejando Magno y Efestión; ni con Bagoas, ni con las princesas persas de los reinos que conquistaba, que hacía todos sitios apuntaba el hombre. Ni siquiera en el cine se han visto besos entre Julio César y Cleopatra, que los hubo sin mediar soberanía ni rencor; que sí, que es seguro que tuvieron sus cosas. Ni se llegó a ver, solamente la intención, el que Jorge Negrete le iba a dar a Carmen Sevilla a través de una cancela. Y de Adán y Eva tampoco, qué quieres que te diga; y no es porque la Biblia lo haya censurado, que no, que no es por eso. Hubo un beso que salió en la tele y fue porque el actor se iba hinchando como un pan, y como un felino se adelantó al cámara, lo sorprendió y quedó para el recuerdo televisivo: el de Casillas a su novia cuando fue a entrevistarlo después de un exitoso partido. Y del que yo en su día, escribí (con perdón) lo que sigue:


EL BESO

Yo vi en su momento el apasionado beso del nervioso capitán de la selección española que no pudo contener la presencia de su novia, tan cercana y tan guapa ella. Eran el Casillas y la Carbonero, el guardameta mejor del mundo, y la entrevistadora que, cumpliendo con su papel, le ordenaron entrevistarlo. Fue un beso espontáneo, intenso, sin artificio alguno, un arrebato amoroso de quien no puede contener su emoción. Es muy difícil analizar ese acto con palabras, pues en un beso hay misterio y atavismo para entender por qué los amantes se besan. El beso de Casillas iba más allá del contacto sexual, y cuando uno besa así entra en un pasmo que no puede catalogar el lenguaje. Los momentos amargos, que los tuvo, quizá lo condenaron a una soledad individual que se rompió por la cercanía de su novia.
Se notaba entre los que hemos gozado y sufrido con el amor que en ese beso, eternizado, viajaban en una nube camino de la gloria. Por asociación de ideas a las que por mis pocas luces no soy dado, soñé en ese instante con el paraíso bíblico. No eran ellos como lo fueron Adán y Eva, primigenios, inocentes, inocuos y bobos, sino como nos presentaron a nuestros primeros padres en sociedad una vez perdida la inocencia, después de hacer acto de presencia la serpiente. Yo tengo desde pequeño mis más y mis menos con el paraíso –esta es una ocasión pintiparada para decirlo-, de tal manera que no sé si existió. Y si existió, ¿dónde estaba? ¿Qué tamaño ocupaba? ¿Libre o amurallado? ¿Habría otros árboles que no fueran la higuera o la parra? ¿Cómo era el clima? ¿Quién plantó los tulipanes? ¿Estaría el terreno sembrado de trampas? ¿A qué olía el campo? Con tanto tiempo libre como tenían ¿a qué se dedicaban Adán y Eva antes de dar el patinazo? No tengo dudas, después de pifiarla lo primero que hicieron fue besarse apasionadamente.
Por otra impureza mía, cochina envidia, ese beso me aclaró las preguntas que anteceden. Están claras, cabeza de chorlito, me dije a mí mismo. Verás: el paraíso estaba en el sur de África, por allí comenzó el mono a sostenerse en dos pies; su tamaño era el espacio que cabe en la cabeza de un niño o, lo que es lo mismo o aproximado, el de un campo de fútbol; a los tulipanes los plantó un jardinero llamado Van Marwijk, al tiempo que puso las trampas para que no salieran vivos de allí; el clima que se respiraba era continental extremado, de vientos rasantes que amenazaban las canillas o golpeaban salvajemente el pecho desprotegido; el campo olía a sangre, como en una batalla medieval. Ese era el paraíso, y digo paraíso porque al final fue la gloria, el laurel y el beso.
Cuenta Neruda que en un beso se dice todo cuanto se ha callado. Y ahí Casillas con su bendito silencio, el más elocuente, mandó a paseo a todos aquellos que viven en el arcón de la estupidez. Y yo que creo, Iker, que ese beso a Sara, fue también un beso a España porque fue España quien te brindó la ocasión, y que mi mujer, que te vio con envidia, se le arrasaron los ojos y me besó y me habló y me dijo que cuando dos se besan el mundo nace, cosa que se lo ha leído a Octavio Paz, pero ella quedó transportada,  y yo agradecido porque conmigo quedó muy bien.
Ahora, ya en reposo, a disfrutar del waka waka  y de la Copa que por capitán, mi capitán, fuiste el primero de todos los jugadores en tocarla. Bébete el champagne en ella y olvida a los opresores malditos que te quisieron hacer brujería, porque este Mundial es tuyo y sin ti no hubiera habido Copa.
Pero éste de Casillas quedará en el olvido, si ya no lo está. Solo uno queda en la Historia por lo siglos de los siglos: el beso de Judas. Ni casto ni de inmundicia. Fue un beso traicionero, de envidia, un beso de compra-venta. Dijo:

Maestro. Y besóle.
¡Oh, Judas!, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?

¡Y tuvo Judas que hacer la entrega con un beso! ¡Nada menos que con un beso remató la traición!

Ahora bien, yo sí. Yo sí me despido de vosotras con un beso, ¡como no!









2 comentarios:

  1. Mi amigo, hablas del BESO y yo hablaré de un beso. Bueno, a eso de juntarse las mejillas en ese saludo que quiere pero no puede porque no se atreve, no es un beso, es... eso, un saludo. Para mi hay uno que destaca sobre todos, es ese que comienza con un suave roce entre los labios que contienden, que produce una vibración voluptuosa en todo el cuerpo, que invita a que todos los sentidos despierten para participar del suculento manjar.Nada más divino, nada más celestial. Esos otros besos de participación son como consignas sociales que se imponen dentro de sus normas. Una mirada, un gesto, un contacto efímero... pueden hacer transmitir un determinado sentimiento, pero ese beso suave, a conciencia, premeditado, controlado y compartido como en una simbiosis vital es un bálsamo de los dioses que te introduce en campos nebulosos de pasión, casi como en un éxtasis con el que te evades de todo lo temporal, de lo terrenal. Pero, mi querido amigo, nosotros hablamos impulsados por los aires de nuestra cultura en donde el BESO está instituido, en otras no tiene sentido, razón de ser, es cuasi punitivo y yo creo que es porque no han sentido ni un solo segundo las mieles divinas del roce suave entre los labios deseados.Besos tiernos, de afecto, eróticos... me quedo con el mío que no sabría donde encuadrarlo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Claro, mi querido amigo, es que vamos por sendas diferentes: yo paseo por la linde y tú te has metido en el trigal. Pero en el trigal ya encañado. De todas formas, nadie mejor que tú hubiera descrito tu BESO, ése que sacude el alma y la deja tiesa, endeble, a merced de la pasión (monstruo ciego que arrasa con todo). Es difícil saber cuál de los dos besos priva en el mundo, si el dentro o el de fuera del sembrado, pero no cabe duda de que el que tú das es de más graves consecuencias. Un abrazo.

    ResponderEliminar