Nunca
Francia sintió aprecio por España, aunque no seré yo quien le niegue un hilo
conductor de afinidad, especialmente desde el sur, como consecuencia de su
afición por las corridas de toros. En este sentido Jean Cocteau, ilustre intelectual
francés, asistió allá por el 1954, un primero de mayo, a una corrida de toros,
que es muy posible que diera lugar a su libro titulado precisamente “La corrida
del 1 de mayo”. Sus consideraciones libres y agudas sobre España fueron
desenfadadas y agradecidas, pues nuestro país le producía una especial
fascinación. Yo diría que llegó a amarla por una de sus viñetas que copio a
continuación:
“España
no sabe de avaricia. Tira su dinero por los balcones, maravillosos balcones de
plantas verdes y de flores. Quiero decir que España gasta y da todo lo que
tiene. El resultado es que España es un país pobre que es rico y Francia es un
país rico que es pobre”.
Aquella
España no es la de hoy, evidentemente, pero la crisis de ahora me pone en
alerta hasta llegar a mosquearme con las similitudes. Lo de rico y pobre tiene
su guasa. Japón, sin recursos naturales, siempre estuvo en la avanzadilla
económica por su ingenio industrial; Brasil, abundante en dones, anda a real y
media manta. ¿Y España? Quince años de crecimiento
progresivo nos llevó a soñar con paraísos de gloria eterna. Y ahora, vacías las
arcas durante una docena de años, ¿qué? Para Cocteau estos episodios son
inherentes al español, que no sabe ni quiere saber dónde se hallan los límites
del futuro para así no llegar nunca al final de la linde. Echamos mano de
nuestro catecismo ancestral y decimos: “A vivir que son dos días y mañana
ayunaremos”. Y es que España, que gasta y da todo lo que tiene, es capaz de convertirse
en una verbena perpetua si la situación no es corregida. Y eso asusta. Porque
la crisis nos ha hecho más pobres a todos, y como hay que reponer lo que falta
en las arcas, o sea, lo que ha sido despilfarrado, volveremos a ser repobres,
que diría el argentino.
Uno
se pregunta que si hubiéramos sido previsores por naturaleza, ahora es tiempo
de vivir del ahorro hasta verle el fondo al calcetín. Como los franceses. Este
evento es un cepo para los gobernantes que se juegan nuestro dinero y su tiempo
en apuestas imprecisas. Yo reconozco que me asiste el derecho de denunciarlo
por cuanto que ese dinero no es de los de ordeno y mando y sí mío. Y tuyo,
lector. Los economistas, la economía, y los gobiernos por tendencias
sectarias, nos han tendido tantas
trampas que una más no importa mientras el cuerpo aguante. Pero ¿y qué pasaría si
dejamos de contemporizar y nos amotinamos los de a pie, nos rebelamos, y le preparamos
una nosotros? ¿No será ésta la ocasión que ha aprovechado Podemos?
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