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11 noviembre 2015

ESPAÑA COCTEAU Y LA CRISIS


Nunca Francia sintió aprecio por España, aunque no seré yo quien le niegue un hilo conductor de afinidad, especialmente desde el sur, como consecuencia de su afición por las corridas de toros. En este sentido Jean Cocteau, ilustre intelectual francés, asistió allá por el 1954, un primero de mayo, a una corrida de toros, que es muy posible que diera lugar a su libro titulado precisamente “La corrida del 1 de mayo”. Sus consideraciones libres y agudas sobre España fueron desenfadadas y agradecidas, pues nuestro país le producía una especial fascinación. Yo diría que llegó a amarla por una de sus viñetas que copio a continuación:
“España no sabe de avaricia. Tira su dinero por los balcones, maravillosos balcones de plantas verdes y de flores. Quiero decir que España gasta y da todo lo que tiene. El resultado es que España es un país pobre que es rico y Francia es un país rico que es pobre”.
Aquella España no es la de hoy, evidentemente, pero la crisis de ahora me pone en alerta hasta llegar a mosquearme con las similitudes. Lo de rico y pobre tiene su guasa. Japón, sin recursos naturales, siempre estuvo en la avanzadilla económica por su ingenio industrial; Brasil, abundante en dones, anda a real y media manta. ¿Y España?  Quince años de crecimiento progresivo nos llevó a soñar con paraísos de gloria eterna. Y ahora, vacías las arcas durante una docena de años, ¿qué? Para Cocteau estos episodios son inherentes al español, que no sabe ni quiere saber dónde se hallan los límites del futuro para así no llegar nunca al final de la linde. Echamos mano de nuestro catecismo ancestral y decimos: “A vivir que son dos días y mañana ayunaremos”. Y es que España, que gasta y da todo lo que tiene, es capaz de convertirse en una verbena perpetua si la situación no es corregida. Y eso asusta. Porque la crisis nos ha hecho más pobres a todos, y como hay que reponer lo que falta en las arcas, o sea, lo que ha sido despilfarrado, volveremos a ser repobres, que diría el argentino.
Uno se pregunta que si hubiéramos sido previsores por naturaleza, ahora es tiempo de vivir del ahorro hasta verle el fondo al calcetín. Como los franceses. Este evento es un cepo para los gobernantes que se juegan nuestro dinero y su tiempo en apuestas imprecisas. Yo reconozco que me asiste el derecho de denunciarlo por cuanto que ese dinero no es de los de ordeno y mando y sí mío. Y tuyo, lector. Los economistas, la economía, y los gobiernos por tendencias sectarias,  nos han tendido tantas trampas que una más no importa mientras el cuerpo aguante. Pero ¿y qué pasaría si dejamos de contemporizar y nos amotinamos los de a pie, nos rebelamos, y le preparamos una nosotros? ¿No será ésta la ocasión que ha aprovechado Podemos?


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