Sin esperar siquiera a la llegada del Adviento, ya tenemos encima los reclamos de la Navidad, que es el domingo que viene. Los anuncios se mezclan con las rebajas del “black-friday”, esa escandalosa importación consumista. Me abate un poco ver los escaparates de las tiendas colonizados por el idioma inglés. Cada año más. Anuncios en castellano, pocos. Una horterada esta incursión del idioma, manejada por economistas, publicitarios superficiales y sociólogos.
A mí de chico la
primera noticia que me llegaba del Adviento en el pueblo era la que nos
anunciaba don Daniel, el cura, un hombre que yo lo veía algo cocido en años, de
pelo blanco, piadoso, y cumplidor de su cometido con visitas domiciliarias a
enfermos, especialmente. Recuerdo que una noche a la hora de la cena se
presentó en casa de improviso, y mientras hablaba con mi padre, me quitaba la
cuchara y comía de mi plato. A mí me pareció un buen sacerdote que bañó de fe
los corazones de la chiquillería.
En estas fechas de
Adviento me llegaba a impresionar cuando predicaba sobre la figura de Juan
Bautista en el secarral del desierto, vestido con pieles de cordero y buscando
panales de abejas para alimentarse de su miel. Como los inviernos yermaban las
tierras de mi niñez, yo, que he pasado mucho frío, me imaginaba ir caminando
por el campo sin ropa de abrigo, como el evangelista.
En fin, eran los asomos
de la Navidad, y no habría escuela, y las ovejas de la tenada de Gamas, en el
camino de Santa Eufemia, tendrían sus primeros caloyos, y a lo mejor nevaba y
veríamos los carámbanos colgar de los tejados y del caño del Pilar. Y
correríamos las calles con zambombas y panderetas, pidiendo el aguinaldo por
las casas.
Es que soy de pueblo y
me gusta cada cosa a su tiempo y los nabos en Adviento. Sé que todo ha cambiado
y las fiestas han perdido el sentido que tuvieron en su origen. Es por eso que
la gente celebra no sabe qué y confunde el culo con las témporas.
En mi caso, en una mesa
baja de casa fabrico una “corona de Adviento” con muérdago, con acebo o con
rama de pino, y coloco cuatro velas encendidas (una para cada domingo), que
significan Amor, Paz, Tolerancia y Fe. Son virtudes que en los tiempos que
corren nos son muy necesarias. Por si ayudan.
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