Te nos fuiste, tío. Te
me moriste siendo el último de los siete queridos tíos; y es por eso, por ser postrero,
he disfrutado más largamente de ti. Me llega la noticia hoy, y no puedo ir a verte
porque está mi cuerpo maltrecho y renaciendo: asi es, como un ahogado al que salvan. Ya ves, tú te vas y yo me creo que estoy
naciendo de nuevo. Es como una prolongación de nuestras vidas, como un árbol seco al que le brotan unas ramitas de esperanza. ¡Qué contrasentido la vida! Tantos ratos compartidos en mi niñez, tanta lucha, tanta pelea, ¿para qué?
Para nada.
La vida es cruel por
ser vida, Y es cruel porque tiene un fin de película mala que todos conocemos
cómo acaba. Sabemos que nacemos para morir desde que echamos a andar, pero olvidamos
ese final odioso donde la muerte nos espera, nos reclama y nos abraza. Nosotros,
seres incautos, cerramos siempre los ojos en la esperanza pálida de que, si no
la vemos, ella no nos verá. Hasta ahí llega nuestra idiotez. He pensado si no podríamos morir como mueren los
días, así, con pájaros cantando sin sobresaltos y con el silencio creciendo
natural; el silencio esperado, por fin justo, por fin digno. Tal vez aliviaría
el dolor.
Y en el silencio negro
de la noche se me agolpan recuerdos de niño, de mozo y de ahora. De niño porque
he nacido y crecido donde tú, he dormido a tu lado y has velado mis sueños y mis miedos. Toda mi niñez en la casa de la calle Nueva, donde allí, en el trascorral, garbeaba tu caballo colín que monté apilando piedras y me desmontó en un santiamén. Quise ser el caballero Amadís de Gaula y terminé humillado en el muladar; por el regalo de una pelota de
dos colores cuando te licenciaron y que fue mi mayor y único pasatiempo. De mozo, porque te
robé de la cartera una peseta para comprarme un helado del “Chindo” almadenero,
que pasaba por la puerta de la calle Nueva voceando su industria. O por el día
de tu visita en la capital, donde estudiaba, y tú y la tía Herme llevabais camino
de Alamillo desde Suiza. Y de ahora, por tus charlas, por tus visitas, porque nos
has querido y nos has velado y custodiado, siempre atento a nuestra casa vacía.
Y por más cosas que se me quedan dentro, que no hace falta decirlas.
¡Tantas cosas!
¡Tantas cosas!
Nunca te olvidaré.
Descansa en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario