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31 agosto 2016

DIÁLOGO TONTO


Nunca sabré qué será mejor para un viaje: coche o tren.

Depende del tiempo del que disponga usted.

El tiempo no existe, muchacho.  El tiempo es la herramienta de la que se ha servido el hombre creador de mitos para someternos. El tiempo no es más que un orden imaginado que sostiene a la sociedad creada por los grandes dioses en todas las culturas, o sea, por el Poder. Desde que nacemos se nos recuerda constantemente los principios del orden imaginado, que se incorpora a todas y cada una de las cosas. Ten en cuenta que el Poder es el que nos manda, y nosotros, pobrecitos corderos, obedecemos. No puedes rebelarte ante una autoridad con tanto poderío. Y llega hasta el punto de que te ordenan las cosas basándose en el reloj, que es la herramienta que han creado para medir lo que se llama tiempo. Te dicen, por ejemplo: Se abre a las 8.00, se cierra a las 19:00. ¿Es que si no te marcan el tiempo no abres el taller? El Sol sale a las 7:30 y se pone a las 21:06. ¿Es que el Sol se ajusta a algún reloj? Pues no; abrirías el taller con arreglo a la luz del día. ¿Es que tú crees, muchacho, que los astros, en perpetuo y vertiginoso movimiento, necesitan saber del tiempo para su  sincronización? ¿Es que el gallo cuando canta mira al reloj para anunciar que viene la alborada? No, tampoco: el gallo canta porque presiente la claridad, además de recogerse muy temprano porque se cansa mucho. El tiempo, muchacho, ha tenido que inventárselo el hombre para gobernar el mundo y encasillarlo a su conveniencia, ya te lo tengo dicho. Todos los acontecimientos terrenales o siderales los ha domesticado como le ha dado la gana y para eso no ha tenido más remedio que inventar el reloj para apoyar sus fines. Entérate bien: el mundo funciona sin estar sometido al caudillaje del Poder. Hay una sucesión de días y de noches con arreglo a un orden celeste, universal de universo; los días y las noches son los cangilones de un noria, que es la Tierra, bola  gira que te gira sin descanso desde hace 4.500 millones de años. Piensa, muchacho, que antes de inventarse el reloj el hombre trabajaba, comía y dormía con arreglo a la aparición y puesta del Sol.

Verá usted, yo soy silletero, y mi padre hay veces que me apura al anear una silla porque para entregarla me va a faltar tiempo. Eso me dice.

Pues dile a tu padre que a ti lo que te falta es día y te sobra noche; y si acaso lo que te falta es experiencia o vocación o ganas de trabajar, que tu eres joven y ya estás picardeado. Pero tiempo, no.

Entonces, ¿no hizo Dios el mundo en siete días?

Tú te crees todo lo que te dicen. ¿También crees que hubo once mil vírgenes y una guerra de los Cien Años? ¿Dónde está, que no aparece, quien llevó la contabilidad?

Yo creo que si no hubiera relojes viviríamos en un caos.

¿Acaso le hace falta el reloj al pastor de Alcudia, a los tuareg que caminan el desierto, al náufrago, al esquimal…? ¿Al lobo cervario, al tordo, al ciempiés? ¿Al árbol, al rosal, a la madreselva? ¿Tú crees que a los Neandertales les preocupaba el tiempo? ¡Si solamente sabían que después del día venía la noche! ¿Dejaba Atila de avanzar porque se le echaba el tiempo encima o era la hora de almorzar? Me voy más lejos aún, muchacho: el hombre evolucionó porque el cerebro se le desarrolló dado que se alimentaba cada vez mejor desde que domesticó el fuego, pero no porque influyera el tiempo en él. Uno come cuando tiene hambre y duerme cuando tiene sueño. Mira, muchacho, el orden que rige tu vida es imaginario, y todas las personas nacemos con un orden imaginado preexistente. Tus deseos y tus exigencias están modelados desde que naciste por los mitos dominantes. No le des más vueltas.

Ah, no; los restaurantes tienen su tiempo marcado.

Ahí tienes la prueba de que el Poder nos gobierna. ¿Tengo que comer cuando el orden me lo imponga?

Pues me deja usted de piedra.

Y más que te puedo dejar si sigo hablando.

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