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31 agosto 2014

VICENTE ROMANO GARCIA


 
Vicente “El Gato”, como es conocido por los paisanos, cuyo apodo llevaba con elegancia por sus antecedentes madrileños (esta nota la comparto porque me la comunicó a mí),  ha sido la figura más importante que ha dado Alamillo en todas las actividades que puede profesar una persona. Que ha dado y dará en el devenir de los tiempos. Un intelectual de relieve universal, enmarcado en la Comunicación (catedrático de Comunicación Social de la Universidad de Sevilla; antes profesor en la Complutense), y uno de los impulsores de la asociación Wilhelm von Humboldt que promovía las relaciones culturales entre España y la desaparecida  República Democrática Alemana. Dato éste que nos demuestra desde muy antiguo la importancia de nuestro paisano a nivel intelectual. Ha sido conferenciante y ponente en congresos nacionales e internacionales, escribidor, colaboracionista en revistas de España y del extranjero, viajero universal…, preocupado siempre por formar alumnos que fueran capaces de pensar por sí mismos. Otro dato más que lo ensalza. A este tenor, en una entrevista del año 2001, y referente a la importancia de los medios de comunicación en los niños, manifestaba que “hay que conseguir que se desmitifiquen los medios, y no tengan tanta influencia sobre ellos, porque sabrán cuándo y cómo se les engañan”. Lo que me parece sustancialmente ejemplar. Son datos que se hallan en la red al alcance de cualquiera, por lo que no necesito extenderme más sobre sus valores intelectuales, tan reconocidos por mí. Descanse en paz Vicente Romano García.

Particularmente he sido un seguidor a conciencia de su obra, dentro de mis cortos conocimientos. En mi poder, tres libros dedicados, “Valle de Alcudia”, “Cuba en el corazón” y “Desarrollo y Progreso” (es difícil encontrar sus obras), recortes de periódicos y revistas, recorridos múltiples por internet, fotografías en amigable charla, y otras con mi mujer, cubana, con la le gustaba departir sobre la bella isla antillana. Cuando escribí mi primer libro tuve el honor de ser recibido en su casa y ser él el primero en leer el borrador del mismo y yo de recibir sus comentarios oportunos. Tras su lectura me recomendó escribir sobre la más cercana guerra nuestra contando con su ayuda y los conocimientos  de mi padre. Mi madre se opuso  con fuerza. Me hizo el honor de enseñarme su biblioteca, tan amplia que llenaba la planta alta de su casa. Me preguntó qué podría hacer con sus libros y le respondí que debían  estar en poder de quien los leyera. ” Le propuse escribir sobre él y aceptó mi idea, por lo que me vi sorprendido y halagado. Cuando mi padre murió, de su boca salieron las palabras más bellas que he recibido a este tenor, que reproduzco literalmente: “Se ha ido el único amigo del pueblo con el que yo podía hablar.

Ahora estoy leyendo en la red a una asociación encargada de gestionar el cambio de nombre de una calle de Alamillo y sustituirla por el suyo. A esta razón, y dado que me afecta personalmente, debo dar respuesta a la señora Romano, que parece ser la responsable del evento. En principio hacerle llegar la noticia de que los nombramientos y cambios que se ejecutaron en el callejero de Alamillo se hicieron democráticamente en el tiempo en que mi padre desempeñó las funciones de Alcalde; esto es, bajo pleno, y no de manera caprichosa ni tornadiza. Cualquier otro Regidor hubiera actuado con la misma legalidad. Y ampliarle, sin poner en duda su cultura, que posiblemente debido al ardor con el que ha acometido el empeño de su labor,  ha confundido al  épico Hernán Cortés con algún cabo, teniente o general de los ejércitos de Franco. Y si el nombre le resulta anacrónico, las de todas las calles lo son: tanto las de la acera derecha y las de la acera izquierda. Me resulta igualmente extraño que se erija en portavocía de la aventura cuando no sabe situar al pueblo geográficamente, dado que ignora lo más esencial de nuestro paisano: dónde ha vivido Vicente Romano García, lo que me hace suponer que el único nexo con nuestra referida autoridad es el apellido.

Y dicho lo dicho, pregunto: ¿Qué ha hecho Vicente por nuestro pueblo? ¿Alguna labor humanitaria, cultural, social, para merecer semejante honor? Por poder, pudo. ¿Alguna calle con su nombre en Alemania, en Cuba, en Bolivia, en Venezuela, países que menudeaba y donde quizá lo mereciera? ¿Se preocupó de fomentar una fundación en la que dejar su legado cultural? Una personalidad de tan alto rango debió cuidar más a su pueblo. Eso está en boca del vecindario. Como conciudadano, y vecino cercano, apunto que no tuvo amigos porque ni los quería ni los necesitaba.  Ni a los vecinos les hablaba, en el supuesto de que saliera a la calle en las contadas visitas que en su vida residió en el pueblo.  ¿Que levanten la mano aquellos que hayan conversado con él unos minutos, que hayan entrado en su casa, que se hayan tomado con él un café o una cerveza?

Nada tiene que ver lo que fue con lo que se pretende. Fue grande intelectualmente, pero para que alguien sea querido y reconocido por el pueblo debe haber cercanía, comunión, trato, conexión. Y esto le faltó a Vicente. Lo demás es politiqueo.

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