Vicente “El Gato”, como es
conocido por los paisanos, cuyo apodo llevaba con elegancia por sus
antecedentes madrileños (esta nota la comparto porque me la comunicó a
mí), ha sido la figura más importante
que ha dado Alamillo en todas las actividades que puede profesar una persona.
Que ha dado y dará en el devenir de los tiempos. Un intelectual de relieve
universal, enmarcado en la Comunicación (catedrático de Comunicación Social de
la Universidad de Sevilla; antes profesor en la Complutense), y uno de los
impulsores de la asociación Wilhelm von Humboldt que promovía las relaciones
culturales entre España y la desaparecida República Democrática Alemana. Dato éste que
nos demuestra desde muy antiguo la importancia de nuestro paisano a nivel
intelectual. Ha sido conferenciante y ponente en congresos nacionales e
internacionales, escribidor, colaboracionista en revistas de España y del
extranjero, viajero universal…, preocupado siempre por formar alumnos que
fueran capaces de pensar por sí mismos. Otro dato más que lo ensalza. A este
tenor, en una entrevista del año 2001, y referente a la importancia de los
medios de comunicación en los niños, manifestaba que “hay que conseguir que se
desmitifiquen los medios, y no tengan tanta influencia sobre ellos, porque
sabrán cuándo y cómo se les engañan”. Lo que me parece sustancialmente
ejemplar. Son datos que se hallan en la red al alcance de cualquiera, por lo
que no necesito extenderme más sobre sus valores intelectuales, tan reconocidos
por mí. Descanse en paz Vicente Romano García.
Particularmente
he sido un seguidor a conciencia de su obra, dentro de mis cortos
conocimientos. En mi poder, tres libros dedicados, “Valle de Alcudia”, “Cuba en
el corazón” y “Desarrollo y Progreso” (es difícil encontrar sus obras),
recortes de periódicos y revistas, recorridos múltiples por internet,
fotografías en amigable charla, y otras con mi mujer, cubana, con la le gustaba
departir sobre la bella isla antillana. Cuando escribí mi primer libro tuve el
honor de ser recibido en su casa y ser él el primero en leer el borrador del
mismo y yo de recibir sus comentarios oportunos. Tras su lectura me recomendó
escribir sobre la más cercana guerra nuestra contando con su ayuda y los
conocimientos de mi padre. Mi madre se
opuso con fuerza. Me hizo el honor de
enseñarme su biblioteca, tan amplia que llenaba la planta alta de su casa. Me
preguntó qué podría hacer con sus libros y le respondí que debían estar en poder de quien los leyera. ” Le
propuse escribir sobre él y aceptó mi idea, por lo que me vi sorprendido y
halagado. Cuando mi padre murió, de su boca salieron las palabras más bellas
que he recibido a este tenor, que reproduzco literalmente: “Se ha ido el único
amigo del pueblo con el que yo podía hablar.
Ahora estoy leyendo en la
red a una asociación encargada de gestionar el cambio de nombre de una calle de
Alamillo y sustituirla por el suyo. A esta razón, y dado que me afecta
personalmente, debo dar respuesta a la señora Romano, que parece ser la
responsable del evento. En principio hacerle llegar la noticia de que los
nombramientos y cambios que se ejecutaron en el callejero de Alamillo se
hicieron democráticamente en el tiempo en que mi padre desempeñó las funciones
de Alcalde; esto es, bajo pleno, y no de manera caprichosa ni tornadiza. Cualquier
otro Regidor hubiera actuado con la misma legalidad. Y ampliarle, sin poner en
duda su cultura, que posiblemente debido al ardor con el que ha acometido el
empeño de su labor, ha confundido
al épico Hernán Cortés con algún cabo,
teniente o general de los ejércitos de Franco. Y si el nombre le resulta
anacrónico, las de todas las calles lo son: tanto las de la acera derecha y las
de la acera izquierda. Me resulta igualmente extraño que se erija en portavocía
de la aventura cuando no sabe situar al pueblo geográficamente, dado que ignora
lo más esencial de nuestro paisano: dónde ha vivido Vicente Romano García, lo
que me hace suponer que el único nexo con nuestra referida autoridad es el
apellido.
Y dicho lo dicho, pregunto:
¿Qué ha hecho Vicente por nuestro pueblo? ¿Alguna labor humanitaria, cultural,
social, para merecer semejante honor? Por poder, pudo. ¿Alguna calle con su
nombre en Alemania, en Cuba, en Bolivia, en Venezuela, países que menudeaba y
donde quizá lo mereciera? ¿Se preocupó de fomentar una fundación en la que
dejar su legado cultural? Una personalidad de tan alto rango debió cuidar más a
su pueblo. Eso está en boca del vecindario. Como conciudadano, y vecino cercano,
apunto que no tuvo amigos porque ni los quería ni los necesitaba. Ni a los vecinos les hablaba, en el supuesto
de que saliera a la calle en las contadas visitas que en su vida residió en el
pueblo. ¿Que levanten la mano aquellos
que hayan conversado con él unos minutos, que hayan entrado en su casa, que se
hayan tomado con él un café o una cerveza?
Nada tiene que ver lo que
fue con lo que se pretende. Fue grande intelectualmente, pero para que alguien
sea querido y reconocido por el pueblo debe haber cercanía, comunión, trato,
conexión. Y esto le faltó a Vicente. Lo demás es politiqueo.
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