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06 marzo 2017

JUDAS Y MUÑECAS EN ALAMILLO









Estamos en tiempo de Cuaresma, cuarenta días que van desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo. Las referencias bíblicas marcan como sobrehumano o taumatúrgico el dígito cuarenta: los días de ayuno que pasó Jesucristo en el desierto, previos a su misión pública; los mismos que duró el Diluvio; los cuarenta años de penitencia del pueblo judío en busca de una tierra de acogida, y las diez veces cuarenta, años que este pueblo permaneció bajo el dominio egipcio. Nada raro es que la Iglesia Católica (también la ortodoxa y la protestante) hayan elegido todo este tiempo litúrgico para la conversión y la penitencia.
Ya pasó el carnaval, que son los tres días que preceden a la Cuaresma, fiestas que se celebran con bailes de disfraces, mascaradas, y más y más. Y después vendrá, naturalmente, la Semana Santa, muy sentida que siempre fue en Alamillo con sus recogidas espirituales y su matraqueo tradicional. Y muy festiva sus postrimerías con la quema de las Muñecas (sobre una base de cruz de tablas, papel de color sobre más papel) y el manteo de los Judas (generalmente sacos vestidos rellenos de paja), tan cervantino el origen de este último acto.
 Y aquí quería yo llegar. Alamillo es fiel a la despedida de la Semana Santa, cuando las Muñecas son quemadas en plena calle y los Judas son manteados hasta la extenuación, hasta que a su relleno no le queda ni una brizna de paja. Todo el pueblo participa en ambos festejos, primero confeccionando los personajes y segundo, haciéndoles desaparecer de una manera y de otra. Pero antes, Muñecas y Judas se exponen a la par en los balcones y en las calles para regocijo del pueblo, que juzga la calidad del trabajo y hasta premia a los mejores. Pues bien, en un balcón de la Calle Nueva, cercano a la Plazoleta, se exhibía una pareja de muñecos; y era el Judas de tal perfección que asombraba a todo viandante que mirara. Ni punto de comparación con otras labores, todas ellas bien meritorias. Algún fotógrafo recogió el momento para el futuro. No era para menos. El día entero posaba esta pareja, la más atrayente del pueblo, hasta que llegó el atardecer y el momento del reconocimiento al mejor trabajo y a la consiguiente entrega de los premios. El primero para este balcón, faltaría más. Y cuando el portavoz del jurado, papel y lápiz, discursaba sobre el respeto a las costumbres, la bondad y generosidad de las gentes de Alamillo, y la dulce sensibilidad de sus mujeres, el Judas, que vestía chaleco, guiñó un ojo al vocero, que lo ensalzaba, y levantando el brazo bendijo a la concurrencia dejando a los mirones desarmados. El muy pérfido. Se disgregó la caterva, unos riendo, otros con harto enfado y con ganas de castigar la burla. Era natural, sabiendo que había tenido engañado al pueblo todo el día. Pudo callar el Judas, pero prefirió que la Semana Santa de ese año se recordara para siempre con su bendición incluida. Hizo bien.
La idea de la broma fue de la Clamen, que decidió dar por terminada la función de esta guisa. ¡Esta Clamen…!
Y no es la única barrabasada que ha hecho, hay otra más notable y mundana que convulsionó al pueblo por unos momentos en estos días de Semana Santa. Pero esa historia quede para otro día.


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